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Soneto 108

¿Qué hay en mi cerebro de tinta oscura
que no te ha revelado mi alma entera?
¿Qué más puedo decir en mi escritura
para expresar mi amor y tu belleza?
Nada nuevo. Pero como en plegarias
tengo que repetir siempre lo mismo:
Tú mío, yo tuyo en nuevas instancias.
Tu dulce nombre alabo en lo que digo.
Amor eterno, de nuevo envasado,
nada cambia con el pasar del tiempo,
no concede a las arrugas legado
y hace de lo que es antiguo un modelo.
Encuentra, en el amor primero, fuente,

donde el tiempo y el cuerpo no le dan muerte.
inglés

Shakespeare reflexiona sobre la relación. ¿Qué más pudo haber dicho? Su amor no es un amor ordinario. Es la manifestación de un amor eterno. Se rehúsa a pensar que un amor como el suyo sea efímero. Su amor emana del amor primero, un amor que ha existido y existirá siempre. Pareciera poner su amor a la par con el amor divino. Lo hemos oído usar hipérboles anteriormente y, como metáfora, esta es muy efectiva. Pero esta descripción lo pudo haber puesto en conflicto con las autoridades religiosas de aquel tiempo. En el Soneto 105 ya se había tenido que defender de no ser idolatra.

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