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Soneto 103

¡Cielos! Qué pobreza tiene mi musa
que pudiendo alabarte ante mis ojos,
la llana presencia de tu figura
vale más que con todos mis elogios.
¡Oh, no me culpes, si no escribo más!
Mira en el espejo. Mira tu cara
que, sobrepasando mi habilidad,
deja mis versos pobres y sin gracia.
¿No fue un pecado entonces el tratar
de mejorar y dañar lo perfecto?
Mis versos sólo pueden aspirar
a expresar la belleza de tu cuerpo.

Más, mucho más, que en versos pueda haber,

el espejo te enseña y deja ver.
inglés

A primera vista, este soneto parece que alaba la belleza del muchacho como lo hacían los primeros sonetos. Más sin embargo dado el contexto y la historia entre ellos, se detecta un tono de inautenticidad. Son más las excusas que los halagos. Primero, le echa la culpa a la musa porque no le está escribiendo sonetos. Luego culpa la belleza del joven por su silencio. Y al final, le dice que si quiere confirmación de su belleza, la busque en el espejo, no en los poemas. Shakespeare se estaba distanciando afectivamente del muchacho.

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