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Soneto 95

Cuán querida y dulce haces tú la ofensa,
como una úlcera en la rosa fragante,
manchando de tu nombre la belleza.
¡Oh! Pero qué dulce tu maldad haces.
El que cuente la historia de tus días,
con cuentos de tu conducta lasciva,
no difama, sino da apologías.
Con tu nombre, bendice lo que diga.
¡Oh! Qué mansión escogieron tus vicios
que de ti hacen su hogar y su guarida,
lo hermoso cubre los malos indicios,
haciendo todo bello ante la vista.
De tu libertad, amor, toma nota,
pues lo que mucho se abusa, se embota.
inglés

La herida es profunda. ¿Por qué se contiene? El dolor y el coraje son aparentes. Pero su despecho es medido. Revela esto algo de Shakespeare. Sabemos que era un hombre práctico y un buen hombre de negocios. Insultar y ofender a un noble abiertamente en esa época no era buena idea. No importa la dolido y el coraje que siente por el muchacho, su instinto de sobrevivencia lo controla. Veremos que con la mujer es diferente. Con ella se suelta.

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