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Soneto 111

¡Oh! Hazlo por mí. Reprende a la Fortuna,
la diosa culpable de mis acciones
que no me proveyó de mejor cuna;
y del pueblo, costumbres por montones.
Así fue que mi nombre fue marcado,
y mi naturaleza sometida.
Con manchas como se tiñen las manos.
Ten piedad. Deséame nueva vida.
Que yo tomaré como buen paciente
un remedio fuerte para mis vicios.

Que aun siendo amargo, amargo no parece,

ni doble penitencia o mal suplicio.
Pena, ten de mí. Pues yo te aseguro
que con tu pena, mejor yo me curo.
inglés

Shakespeare pertenecía a una clase social diferente a la del muchacho, era un hombre casado, la relación con el muchacho era ilícita y había una diferencia de edad significativa entre ellos. Las razones por las cuales la relación no podía durar eran claras. ¿Por qué, preguntamos, se dio de lleno en una relación imposible que contradecía toda razón y norma social? Porque era Shakespeare. Porque no era como eran otros hombres. Porque su alma le permitió abandono en el amor. Nos deja saber aún más en el siguiente soneto.

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