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El hombre

Nos preguntamos al leer estos sonetos si Shakespeare era homosexual. La imagen cultivada del hombre de letras y genio artístico que tenemos de él contrasta con la realidad de pasiones humanas y de sexualidad en los sonetos. La respuesta más sencilla a esta pregunta es: ¡Qué más da!

Para una respuesta algo más compleja, consideremos que la identidad no se define solamente por lo que somos y hacemos, sino también por las relaciones que mantenemos. De ahí que se diga: Dime con quien andas y te diré quién eres. Definir a Shakespeare por su conducta sexual sería simplista. Sería reducir la complejidad de una persona a una sola dimensión. Podemos considerar la sexualidad humana desde dos perspectivas: como identidad (lo que somos), o como conducta (lo que hacemos). Shakespeare se presenta en estos sonetos en el contexto de dos relaciones: con un hombre y con una mujer. Sabemos que era casado, tenía hijos y cumplía con sus obligaciones de familia. Podemos aprobar o desaprobar su conducta. Pero son sus relaciones las que lo definen. No como un hombre homosexual o heterosexual, sino como un hombre intenso, apasionado y enamorado de la belleza, que es lo que esperamos de una sensibilidad artística. Su alma le permitía al cuerpo abandono en el amor, nos da a entender en sus versos. En estos sonetos encontramos revelado a un hombre antes de que se convirtiera en leyenda.

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